Precios Justos, nuevo desacierto del Gobierno
Históricamente, los acuerdos de precios siempre generaron polémicas, más aún cuando se trata de congelar los precios de una canasta de productos en medio de una inflación mensual de entre 6% y 7%.
Poner un tope de aumento del 4% para el resto de los artículos, los que no entran al congelamiento, empeora las discusiones elevando el riesgo de que se incumpla el trato cuando el plan es tratar de congelar los precios de una canasta de productos en medio de una imparable inflación mensual.
A esta altura, la distorsión de precios en la Argentina es total, la falta de referencias en todo el país luce ‘endémica’.
El único «atractivo» para las empresas, tiene que ver con la promesa oficial de que podrán acceder a dólares oficiales (baratos) para las importaciones de sus insumos y productos terminados que sean críticos para la producción.
El último acuerdo fue anunciado por Sergio Massa con el objetivo de que «se cumpla en las grandes cadenas de supermercados». Durante la presentación, el ministro hizo una convocatoria a los autoservicios y almacenes de barrio para que adhieran. De otra forma, «esos pequeños comercios podrían perder clientes».
Pero Massa sabe que se trata de un fenómeno que ya existe y es pernicioso para la economía. El consumo masivo se viene volcando hacia las grandes cadenas en detrimento de los más chicos porque esas grandes superficies cuentan con los acuerdos (Precios Cuidados, por caso), de los que quedan marginados los comerciantes más chicos.
El primer punto a tomar en cuenta es que alre
dedor del 60% de los productos bajo acuerdo de congelamiento son de «marca propia» en los grandes supermercados.
No hay otra forma de acceder a ellos y beneficiarse de la estabilidad de precios que yendo a esas cadenas.
Hay un dato que verifica que la distorsión de precios, hoy en día, es amplia. Se trata del relevamiento «Precios Claros», que administra el propio Gobierno con el aporte de la información de las cadenas de supermercados.
Allí se puede constatar que existen diferencias de hasta 39% en los precios de los productos. Es decir: un mismo producto de primera marca, con idéntica presentación, cuesta hasta 39% en un supermercado que en otro.
Las diferencias notables atraviesan productos de la canasta familiar: desde la gaseosa cola de 2,25 litros (con una diferencia de hasta 34,4% entre un comercio y otro similar); y del 19,1% en el caso de la botella de lavandina de un litro de una misma marca.
Sin dudas, estas diferencias para productos de la canasta esencial habla también de una ausencia de referencias de precios en la economía. No se trata de ofertas eventuales que pueden distinguir a un comercio de otro, sino de precios permanentes.
Por eso mismo, la puesta en marcha de un programa de precios «congelados» durante cuatro meses, a lo que se suma la pretensión de que los demás productos tengan un incremento máximo de 4% mensual hasta que termine el verano, suena demasiado pretencioso bajo el actual contexto macro.
Todos los movimientos del ministro de Economía de las últimas semanas apuntan a una misma cuestión: enviar todas las señales posibles de que en la Argentina no habrá una devaluación abrupta.
Massa tomó como una verdadera «política de Estado» evitar un salto del tipo de cambio.
A lo sumo, está abierto a acelerar el «crawling peg», tal como lo viene haciendo. Pero nada más.
El ministro está convencido de que ese es su límite; que una devaluación en estas condiciones -con escasas reservas en el Banco Central- y un Gobierno que hace rato cayó en el descrédito significaría un desbande total de las expectativas. Y un final inimaginable.