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ABSOLUTA POBREZA ESPIRITUAL DE QUIEN ADMIRA UNA ASESINA DE ARGENTINOS

Había una guerra. No está en discusión. En una guerra, el combate es el principal protagonista. No está en discusión. Atacar objetivos fuera de zona de guerra, eso sí está en discusión.
Gran Bretaña, en forma unipersonal e in-consulta, determinó una zona de guerra, una zona de exclusión, de 200 millas marinas. Dentro de ese círculo trazado por los propios ingleses, lo que entrara con bandera argentina, era objetivo bélico y sería atacado.
Margaret Tatcher era la primer ministra de Gran Bretaña. Tenía en sus manos el manejo total del conflicto bélico con Argentina. Ni siquiera la monarca inglesa tenía tanto mando en la Guerra de Malvinas.
Dentro de las 200 millas, se desarrollaban combates por mar, aire y tierra. Tropas argentinas desembarcadas para recuperar lo que Inglaterra robó, invadió en el siglo XIX, era la cuestión. Gran Bretaña lucharía por recuperar su colonia, las islas invadidas. ¿Le importarían los kelpers? Seguro que no. Grandes negocios de pesca y explotación petrolera eran el eje de porqué Inglaterra no entregaría lo robado.
Eran, son y seguirán siendo piratas. Ladrones. Saqueadores.
Los satélites norteamericanos dieron al submarino nuclear Conqueror la ubicación exacta del Crucero ARA Gral. Belgrano; era a 87 millas marinas fuera de las 200 británicas…
El 2 de mayo de 1982, el Crucero recibió el impacto de dos torpedos del HMS Conqueror. Perecieron 323 de sus 1093 tripulantes en ese momento.
El ARA Gral. Belgrano es el único barco hundido por un submarino nuclear en tiempos de guerra.
Margaret Tatcher, la ‘admirada Dama de Hierro’ cuando recibió de los EE.UU. la ubicación del navío argentino, sabía perfectamente que estaba lejos de las 200 millas, pero no le importó. Quería asestar el criminal golpe. «No lo esperarán… ataquen…» fueron las palabras de Tatcher. Claro que no lo esperaban. Estaban lejos de la guerra.
Tatcher sonrió cuando supo que había asesinado a 323 marinos argentinos. Quería sangre, quería poder político, y -como Hitler en los ‘40- lo buscó asesinando, ejecutando sin contemplación. Hitler atacaba incluso países que no se habían involucrado en la guerra, pero para él, era saborear la sangre que le permitiría crecer en el poder.
Margaret Tatcher seguramente admiraba a Hitler por sus procedimientos. No a Chur-chill, que conformó una Alianza con otros países para derrotar al sanguinario Hitler. Tatcher buscó golpes arteros, asesinos, para desplegar su poder ante el Parlamento británico.
Javier Milei, presidente de Argentina, el país al que pertenecían los marinos asesinados por Tatcher, no habló de las 323 muertes. Habló de quien dio la orden de asesinarlos. declaró su admiración por Tatcher, avergonzando al país entero por su pensamiento.
Es el presidente elegido por el 56% de los argentinos…
Lejos de reclamar internacionalmente la soberanía Argentina sobre las Islas Malvi-nas, Milei, en una entrevista con la cadena televisiva británica BBC, «reconoció» que «las Islas Malvinas están actualmente en manos de Reino Unido… no existe una solución instantánea para recuperarlas».
¿Que expectativas de reclamo y recuperación de Malvinas, puede haber de parte de alguien que admira a la asesina y dice que no hay posibilidades de recuperarlas…?

Verdad e Investigación

Semanario del Nuevo Milenio creado el 23 de diciembre de 1985 por Jorge Tronqui

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